Celos femeninos y masculinos
Los celos siempre han acompañado al ser humano. Freud, el padre del psicoanálisis, distinguía dos tipos de celos: los celos infantiles, que surgen como consecuencia de la competencia entre hermanos por los cuidados de la madre (que siempre consideró naturales), y los celos sexuales, que para Freud resultan patológicos, en tanto se convierten en el desplazamiento proyectado de una conflictivad personal que se refleja en otra persona, generalmente la pareja. Una conflictividad que Freud atribuyó a una homosexualidad inconsciente.
La mayoría de los estudios atribuían a razones puramente evolutivas la actuación de ellos y ellas: ellos habrían desplegado durante miles de años una vigilancia extrema sobre la conducta sexual de su pareja, debido probablemente a la imposibilidad de estar seguros de la paternidad de su descendencia. Y ellas habrían estado más preocupadas de que su compañero se comprometiese a criar y mantener a los hijos. De ahí que tradicionalmente en el estudio del comportamiento en relación a los celos, se les defina a ellos como celosos sexuales y a ellas como celosas afectivas.
Nuevas investigaciones ponen en duda esta visión. Un estudio de la Universidad de Pennsylvania modificó esa perspectiva al detectar que gran número de varones, al igual que la mayoría de las mujeres, encuentran más angustiosa la traición emocional que la sexual. La investigación también asegura que la existencia de vínculos fuertes en la pareja hace sufrir mucho menos a los miembros de la pareja en el caso de una posible infidelidad sexual. Lo que parece también claro es que cuando los celos se convierten en el centro de la relación, pasa a ser un problema y signo de que la pareja no funciona.
Existe una idea socialmente muy consolidada que afirma "tiene celos porque me quiere" o "es precisamente por los celos, por lo que sé que me quiere". Nada más lejos de la realidad. Es una legitimación escasamente real. Los celos no son sino una cosificación del otro (se le convierte en un objeto, en una cosa), un derecho de propiedad sobre "algo" que se supone nos pertenece. Olvidando también, de paso, que el deseo sexual es inevitable, con la consiguiente frustración y la posibilidad de convertir los celos en un auténtico trastorno, lo que se conoce como celotipia.