El estrés, qué es y cómo afrontarlo
Curiosamente, y pese a ser un término asociado y popularizado por la psicología, el "estrés" proviene de la arquitectura y la física. Se relaciona con la fuerza que se aplica sobre un objeto y la posibilidad de deformarlo o romperlo. En el caso del comportamiento humano, el estrés se entiende como ese proceso que se pone en marcha cuando una persona percibe una situación como amenazante o desbordante de sus propios recursos.
De todos modos, su presencia representa en ocasiones una excelente oportunidad para poner en marcha esos mismos recursos personales. En otros casos, el exceso de activación durante un periodo prolongado causa importantes secuelas físicas y psicológicas. Podría simplificarse señalando que pequeñas dosis de estrés son positivas o adaptativas y un alto índice genera importantes dificultades a nuestro organismo.
Hay quien señala que mientras que ciertos cambios vitales claves (fallecimientos, un nuevo trabajo e incluso el nacimiento de un hijo) generan un importante estrés, pequeñas contrariedades diarias, al ser más frecuentes y próximas a la persona, pueden alterar en mayor medida la salud.
Algunas investigaciones indican que el estrés reduce directamente la competencia inmunológica de nuestro cuerpo. De la misma forma reduce la resistencia a las enfermedades, aumentando la sensibilidad a un mayor número de enfermedades infecciosas. La relación entre el estrés y los trastornos gastrointestinales es también de sobra conocida, así como su influencia en problemas cardiovasculares. También se relaciona con la aparición y progresión de artritis reumatoide, problemas de piel, alergias y ciertos tumores.
Existen estrategias, como la resolución de problemas o la toma de decisiones, que se hacen imprescindibles para estimular el cambio de una situación o problema. En situaciones de mayor intensidad emocional (pérdidas de seres queridos o finalización de relaciones sentimentales) los esfuerzos se deben dirigir prioritariamente a amortiguar el estado emocional o el malestar fisiológico. En esos casos, desarrollar actividades placenteras, pasear, hacer deporte, mantener relaciones gratificantes o aprender y poner en práctica ejercicios de respiración y relajación, son soluciones que han demostrado ser eficaces.
Varios estudios indican que determinadas características parecen proteger del estrés. Las personas que lo manejan con mayor eficacia reconocen y confían en sus valores, metas y prioridades, y aprecian su propia capacidad para resolver esas mismas situaciones. Su sistema de creencias minimiza muchas veces la sensación de amenaza ante ciertos acontecimientos y ante otros consideran que el desafío es una oportunidad excelente para el crecimiento personal. También son flexibles y toleran la ambigüedad, jugando un papel importante en su comportamiento la propia responsabilidad.