¿Es más inteligente cada nueva generación?
Lo suelen decir los abuelos con sus pequeños nietos, estos niños son cada vez más listos. La ciencia y la investigación parecen confirmar esta primera impresión. En términos generales, el CI o Cociente Intelectual (por error, popularmente suele conocerse como Coeficiente Intelectual) de los hijos es cada vez mayor que el de sus padres, y así se prevee que continúe esta cadena de aumento progresivo de la inteligencia. Este efecto tiene un nombre, el conocido como Efecto Flynn.
James R. Flynn desarrolló sus investigaciones en este área en Nueva Zelanda en los años ochenta. Flynn comprendió que la regularización que se realizaba cada cierto tiempo de los test de valoración intelectual impedía a los psicometristas percatarse del aumento de CI en los resultados. Compiló datos de 35 países y verificó que el CI aumentaba en una media de tres puntos cada diez años, mientras que en los países nórdicos ese aumento era incluso mayor, ocho puntos.
La explicación a este fenómeno es muy diversa. Hay quien afirma que se relaciona íntimamente con una mejor nutrición, el acceso público a una educación de mayor calidad, o aspectos paralelos como el desarrollo de familias más pequeñas (y la consiguiente mayor atención a los hijos) o la ampliación de ambientes más estimulantes para los niños.
Sea como sea, hasta ahora esta ha sido la teoría oficial. Nuevas investigaciones parecen concluir que esta tendencia parece haber llegado a su fin. Algunas publicaciones destacan estudios, como uno realizado en el King's College de la Universidad de Londres, que mostraban que el rendimiento en los tests de razonamiento en Física que se administraron a adolescentes británicos disminuyó considerablemente entre 1976 y 2003. No es el único estudio en esta dirección. Otros hablan abiertamente de un "ligero decrecimiento".
Varias pueden ser las explicaciones a este cambio de tendencia, entre otras las variaciones en el patrón de las familias occidentales surgidas a partir de los años noventa, que parecen ir en otra dirección. Así hay quien habla de un menor tiempo dedicado a la educación en los hogares y un elevado uso de ordenadores y videojuegos.
Aunque a primera vista se podría creer que las puntuaciones en los test podrían aumentar por la práctica digital, la realidad está mostrando a algunos investigadores que no es así. De momento, es un debate abierto. Lo que demuestra es que el uso de las nuevas tecnologías debe tenerse en cuenta a la hora de abordar los factores que estimulan a las nuevas generaciones del siglo XXI.