¿Qué hacer ante los miedos infantiles?
Los miedos suelen ser algo habitual en la infancia. Desde el clásico miedo a la oscuridad, pasando por el miedo a quedarse solo, a los monstruos o incluso al abandono por parte de los padres, cualquier tipo de miedo puede aparecer y suponer una dificultad especialmente preocupante para los más pequeños. De hecho, muchas veces genera un sufrimiento intenso (algunos estudios hablan de un pocentaje entre el 30% y el 50% de niños con un alto sufrimiento en este sentido). Las etapas iniciales del desarrollo, especialmente las infantiles, tienen un importante efecto sobre el desarrollo general del individuo, por lo que atender a estas necesidades iniciales puede tener un impacto positivo sobre el futuro (creando adolescentes y adultos con una mayor seguridad personal, autoestima y confianza).
Aunque existen diferencias importantes entre niños y niñas. Por ejemplo, los niños refieren más miedos relacionados con el contacto físico, como las lesiones o los golpes. Las niñas, en cambio, son más capaces de hablar directamente de sus miedos. En ello tiene mucho que ver la educación y la cultura, que intenta imprimir en los varones rasgos como la valentía o el arrojo personal. Es como si no se permitiese mostrar debilidad, evitando poder evidenciar ciertos sentimientos no aptos culturalmente. Curiosamente, con el paso del tiempo ciertos miedos se mantienen, aunque van mutando (en ocasiones, algunos miedos directamente se olvidan y aparecen otros sin motivo aparente) y muchas veces acaban desapareciendo de un modo natural. Existe también un cierto patrón de miedos familares, no es casual que algunos niños sientan determinados miedos cuando sus propios padres o abuelos señalan miedos en ese sentido.
Con todo ello, existen modos más adecuados de reaccionar por nuestra parte ante esos miedos infantiles. En general, es recomendable transmitir que tienen derecho a sentir temor y dar tiempo a una evolución. No tiene demasiado sentido un exceso de racionalización o cosas del tipo "no pasa nada" o un enfrentamiento directo a ese miedo (lo que normalmente suele tener un efecto contrario, acentuando el temor). Es importante explicar lo que ocurre, no negarlo, y mostrar afecto y cariño durante todo el proceso. Los miedos no suelen superarse de inmediato, en general suelen conllevar bastante tiempo, por lo que mostrar cariño y contacto físico aportarán una importante dosis de seguridad y confianza, perfecta para lograr superarlo. En el caso de que sintomatología relacionada con el miedo se mantenga durante periodos prolongados de tiempo o incluso aumente, es recomendable tenerlo en cuenta y acudir a un profesional de la psicología, ya que puede ser una señal de problemáticas más severas que deben atenderse.